Este 17 de abril se ha celebrado a nivel mundial el día de lucha organizado por La Vía Campesina , uno de los movimientos sociales del planeta más numerosos e inspiradores. Este año se ha denunciado especialmente el acaparamiento de tierras fértiles, también en nuestra geografía , y reivindicado el acceso a los recursos estratégicos como agua y semillas. Una realidad y unas problemáticas que desde la ciudad parecen ajenas y distantes, pero de las cuales depende nuestra alimentación.
Una indiferencia puesta en cuestión por la emergencia de los grupos de consumo y especialmente de los huertos urbanos. Hoy podemos afirmar que la agricultura urbana es una realidad consolidada en nuestra geografía. Nuestro amigo Goyo Ballesteros lleva años echando las cuentas y mantiene un censo estadístico que nos permite valorar la evolución del proceso. Hemos pasado de 7 municipios con huertos urbanos en el año 2000 a 313 a finales de 2015, y de la inexistencia a más de un centenar de huertos comunitarios de base asociativa que se concentran en las grandes ciudades.
Los huertos han adquirido un importante poder simbólico como metáforas de la creatividad social, de la capacidad ciudadana para devolver el valor de uso a espacios abandonados, del cuidado de la naturaleza en la ciudad y de la autonomía ciudadana para construir alternativas. Una herramienta para avanzar de forma práctica en una nueva cultura del territorio que permite intensificar relaciones sociales, reabrir discusiones sobre los usos del suelo y de las zonas verdes, recuperar en entornos urbanos la lógica de los comunes o abrir la discusión sobre la forma en que se van a alimentar las ciudades en el futuro.
El movimiento de la agricultura urbana ha logrado que muchos ayuntamientos se hayan decidido a regular formas comunitarias de gestión del espacio público o que se hayan puesto en marcha políticas públicas de apoyo a los huertos urbanos. Los huertos urbanos (educativos, comunitarios, sociales, demostrativos…) son más relevantes por la cantidad de personas que interaccionan con ellos que por la cantidad de gente que alimentan. Y es desde esta posición que se han convertido en un elemento imprescindible para la reconstrucción de sistemas alimentarios locales. Una pieza que ayuda significativamente a armar el puzzle.