Cada semana muere por causas violentas una media de cuatro ecologistas, guardas forestales y dirigentes indígenas.
El año pasado fue el más peligroso de la historia para las personas que defienden las tierras de su comunidad, los recursos naturales y la fauna; las últimas investigaciones revelan que cada semana mueren asesinados casi cuatro defensores del medio ambiente en todo el mundo.
“No son incidentes aislados. Son síntomas de un ataque sistemático de empresas y agentes estatales contra las comunidades indígenas y remotas”.
En 2016 murieron 200 ecologistas, guardas forestales y dirigentes indígenas que intentaban defender sus tierras, según el grupo de vigilancia Global Witness, más del doble de los asesinados hace cinco años.
Además, las muertes son cada vez más frecuentes a medida que avanza 2017 según los datos proporcionados en exclusiva a The Guardian; en los cinco primeros meses del año se han confirmado 98 asesinatos.
John Knox, relator especial de la ONU sobre derechos humanos y medio ambiente, dice: “Se desprecian los derechos humanos y, al mismo tiempo, se extiende una cultura de la impunidad”.
“Existe un incentivo insuperable para destruir el medio ambiente por motivos económicos. Los que corren más peligro son los que ya viven marginados y excluidos de la política y los mecanismos legales de compensación, que dependen del medio ambiente. Los países no respetan el principio de legalidad. Los defensores se están viendo amenazados en todo el mundo”.
Dados los grandes intereses económicos en juego, no es extraño que las fuerzas de seguridad de arios Estados fueran responsables de un mínimo de 43 asesinatos en todo el mundo —33 a manos de la policía y 10 a manos del ejército—, mientras que los agentes privados, como los guardias de seguridad de las empresas y los asesinos a sueldo, mataron a 52 activistas.
El informe de Global Witness sobre 2016 destaca también que se están reprimiendo las protestas medioambientales en todas partes —hasta en los países más ricos—, y menciona el caso de la campaña de Standing Rock contra la construcción de un oleoducto bajo el Lago Oahe, en Estados Unidos, para explicar que los miembros de la Asamblea de Dakota del Norte rechazaron por muy estrecho margen un proyecto de ley que habría permitido que los conductores atropellaran y mataran a los manifestantes sin sufrir penas de cárcel por ello.