El reciente informe de la OMS que clasifica la carne roja y las carnes procesadas como productos carcinógenos ha originado una encendida polémica entre los autores del estudio y representantes de los sectores económicos interesados así como reacciones, en general de rechazo, por parte de la población. En nuestra sociedad, el consumo de grandes cantidades de productos de origen animal, y en concreto de carne, se ha convertido en una seña de identidad cultural a la altura del automóvil. La carne es el elemento central de multitud de platos y para muchas personas no puede faltar en una comida. En definitiva, es algo a lo que no estamos dispuestos a renunciar fácilmente.
Sin embargo, más allá de las consecuencias sobre la salud, y en concreto desde la perspectiva de la sostenibilidad, es necesario considerar las enormes implicaciones socioambientales que el hiperconsumo de productos de origen animal tiene a nivel global.
En agosto del pasado año se hizo viral el artículo “La confusión del veganismo”, del ambientalista argentino Claudio Bertonatti , que fue muy polémico y suscitó críticas provenientes principalmente del movimiento animalista. Bertonatti, dirigiéndose a veganos y vegetarianos, comentaba que este tipo de dieta no es inocua para los animales ya que toda actividad humana tiene un impacto ambiental, y la puesta en explotación de nuevas tierras de cultivo supone la muerte o desaparición de gran parte de la fauna silvestre.