Llueven tóxicos sobre territorios ya empapados de químicos. El caso es no tocar el sistema económico ni el de salud, e insistir en una modernización venenosa y autoritaria que beneficia solo a unas cuantas compañías como Monsanto.
Las comunidades fumigadas padecerán más contaminación de sus aguas y de sus territorios. Y por tanto, más riesgo de morir por acumulación de venenos en sus vidas.
En contra de los intereses de Monsanto, algunos relatores de Naciones Unidas por el Derecho a la Alimentación y asociaciones de médicos y campesinos, reclaman otro manejo de recursos, en clave de agroecología y soberanía alimentaria, para introducir salud en nuestros cuerpos y en nuestros territorios.